Por María Brito
Hoy me mire al espejo.
Y, como si estuviera viéndome con otros ojos,
Y, como si estuviera viéndome con otros ojos,
¡por un instante no me reconocí! y me pregunte:
¿Quién eres? ¿Qué haces? ¿Qué buscas?
Me detuve a observarme... ¡Dios!
Y creí que podía estar perdiendo la razón.
¿Quién eres? ¿Qué haces? ¿Qué buscas?
Me detuve a observarme... ¡Dios!
Y creí que podía estar perdiendo la razón.
El espejo reflejaba a una mujer distinta,
una mujer que aunque había
perdido la lozanía de la juventud,
seguía reluciendo una belleza que
no tenía nada que ver con muslos tornados
ni senos tungidos, y mucho menos de un vientre plano.
perdido la lozanía de la juventud,
seguía reluciendo una belleza que
no tenía nada que ver con muslos tornados
ni senos tungidos, y mucho menos de un vientre plano.
Me asombró el brillo de sus ojos,
brillo que sólo se consigue
a fuerza de lágrimas de dolor, de alegría y de gozo,
a fuerza de lágrimas de dolor, de alegría y de gozo,
el brillo de sus canas que hablan del tiempo
y la experiencia que dan los años;
Dos detalles que le dan a esta mujer
un toque de belleza especia.
Dos detalles que le dan a esta mujer
un toque de belleza especia.
Y ME DIGO
SOY LA MUJER que superó la violencia de género,
que tuvo LA VALENTIA de decidir que hacer con su vida,
SOY LA MUJER que superó la violencia de género,
que tuvo LA VALENTIA de decidir que hacer con su vida,
LA MUJER que ahora refleja ¡¡El ESPEJO!!
¡¡Y esa es LA MUJER QUE QUIERO SER!!