Por María Brito
De pronto le vimos,
llego de improviso.
¡La sorpresa fue para todos!
El brillo de sus ojos y su sonrisa
¡Lo ilumino todo!
Nuestras caras también se iluminaron
con su presencia...
¡Yo no supe que hacer!,
si pararme para saludar,
o quedarme imperturbable,
pero mi cuerpo saltó sin
obedecer las reglas;
Le abrace, le di la bienvenida
¡me alegre mucho
con su distinción de estar ahí!
Todos enmudecieron
Cuando de su boca salió lo que
todos necesitamos oír...
¡Gracias por recordarnos que esa fuerza
que nos corteja, ¡es peremne!
Y la obediencia de vida se hace evidente
cuando nos disponemos y nos dejamos
seducir!
Bienvenido...
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