Por Julia Reyes
En un pulido trozo de árbol
puse mi caricia y mi oído
para saber de su savia.
Le habían arrancado su corteza
y le quedaba un desnudo de madera
que mostraba sus vetas como líneas
que parecían memorias...
Descansé debajo de sus ramas
y sentí la brisa misteriosa
silbándome en el pecho.
Un murmullo de bellas historias
acudieron a la imagen
que preciosamente se instaló
en mi mente serena.
Y me contó su tronco secretos
de muertos que no están muertos,
de aparecidos héroes sin conquistas,
de Emperadores sin territorios
y sin fronteras,
sin esclavos, sin doncellas...
Se clavaron mis ojos en el cielo
y una infinita gratitud
habitó la tarde.
Y recordé el ideal de Amor
que por allí pasaba.
Que estaba vivo en el Sueño,
sin
fronteras,
sin
territorios,
sin
esclavos,
sin
doncellas.
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